Guillermo Zapata, concejal-presidente del distrito de Villaverde desde hace seis meses, confiesa a Estrella Digital que cuando vio por primera vez el barrio le embargó “una sensación de abandono institucional”. Abandono y marginación que quieren sacudirse sus habitantes, que sueñan con equiparar su distrito con el resto de Madrid. Pero para conseguirlo, señalan, es vital contar con el apoyo de las instituciones.
Las asociaciones de vecinos luchan por limpiar esta mala imagen y, de paso, limpiar también un barrio que quieren convertir en un lugar mejor donde vivir para sus hijos. Pero el camino está lleno de obstáculos y faltan equipamientos esenciales: "No ha papeleras", se queja a este diario Antonio Galiano Granados, presidente de la Asociación de Vecinos Los Hogares.
El Concejal Zapata asegura tener la sensación de que en los últimos tiempos sí que ha habido “una mejora en la limpieza”. Sensación que Galiano rebate en nombre de los vecinos de la zona, al sentenciar que “aquí en el distrito solo se ha notado un día, tras el cambio de Ayuntamiento”, esa mejora de la que habla el político.
Villaverde lucha por formar parte de un todo, reclama ser parte de la capital de España y exige que sus vecinos no se sientan excluidos de las decisiones políticas generales. Sus vecinos quieren dejar de tener presente la marginalidad y sentirse incluidos dentro de la normalidad de Madrid, al mismo nivel que los distritos del centro y del norte.
En el último lustro la población ha aumentado considerablemente, sobre todo debido a la llegada de población inmigrante. El último padrón constata que en el distrito hay más de 23.000 extranjeros, cifra que supone casi el 25% de la población total de Villaverde. Un porcentaje que está muy por encima de la media del conjunto de la Comunidad de Madrid, que se sitúa en el 19%.
Ese desplazamiento de población de origen extranjero hacia el sur está condicionado por el bajo precio del suelo meridional. Villaverde es el distrito con el metro cuadrado más barato de toda la región (cerca de 1.800 euros), según un estudio del portal inmobiliario Idealista del año 2014. Para Francisco Pascual, Presidente de la asociación de empresarios de la pequeña y mediana empresa de Villaverde-Usera, esta inmigración hace que el comercio crezca “muchísimo, pero es un comercio de baja calidad”, lo que a su juicio rompe con el equilibrio anterior.
Suciedad y prostitutas en Marconi
Las asociaciones vecinales denuncian desde hace tiempo la suciedad con la que tienen que lidiar todos los días, así como la prostitución a la que hacen frente en la colonia de Marconi. No obstante, gracias a las quejas y también a raíz de la entrada en vigor de la Ley de Seguridad Ciudadana, más conocida como 'Ley Mordaza', la situación está cambiando. Esta norma contempla multas para los clientes que recurran a los servicios de las meretrices de entre 601 y 30.000 euros.
Las sanciones, muy criticadas por algunos colectivos, están en general bien vistas por los vecinos del barrio. El empresario Francisco Pascual explica que con las multas "la prostitución se aleja un poco más de los colegios y las viviendas, aunque creo que no se puede eliminar”. Por eso propone que las trabajadoras del sexo desarrollen su labor en sitios cerrados, lejos de la vista de los habitantes de Villaverde. Una reivindicación con la que no está de acuerdo el concejal Zapata, quien recalca que “el desplazamiento no soluciona el problema” del comercio sexual.
A falta de encontrar una solución, la presencia de estas mujeres que lanzan reclamos e invitaciones a los conductores -de día semidesnudas y de noche al calor de hogueras encendidas sobre las aceras- se mantiene como una de las estampas más características del polígono de Marconi.
Nave Boetticher
El sur quiere prosperar y uno de los mayores desafíos es combatir el paro. Ahora Madrid, la plataforma que gobierna la capital, ha convertido esa necesidad en uno de sus objetivos. En septiembre, esta formación decidió que la Nave Boetticher, antigua fábrica de ascensores que se encuentra en la calle Cifuentes, estuviese ocupada por parados del propio barrio. Un espacio que lleva más de dos décadas en desuso y que ahora pretenden convertir en un lugar donde emplear en el futuro a algunos de los más de 13.000 parados que hay en el barrio, según las estadísticas del Servicio Público de Empleo Estatal.
Pero su apertura no será inminente. Guillermo Zapata cuenta que la Nave no estará lista hasta que termine de amueblarse y ello “depende del área de innovación”. Además, quiere dejar claro que el objetivo es que este espacio pueda “producir condiciones de empleabilidad, no empleo”, ya que será un área de formación antes de que los parados comiencen a trabajar.
Para Francisco Pascual, lo que falta para que se lleve a cabo es “una interactuación entre la empresa y la gente de Villaverde” así como “una conexión entre el distrito y Madrid”, algo que todavía no está hecho y que el Ayuntamiento tiene previsto para marzo de 2016.
En el distrito hay unos 7 millones de metros cuadrados libres, que podrían destinarse a la construcción. Sin embargo, para el presidente de la asociación de empresarios esto no se lleva a cabo porque “no hay ganas”, a pesar del bajo precio del suelo y de la relativa tranquilidad de la zona, que no se encuentra en los barrios más céntricos.
Las asociaciones de vecinos, de empresarios y el propio concejal del distrito coinciden en que hay que mejorar las condiciones para que los habitantes no perciban el abandono actual. El Presidente de la asociación de vecinos cree que la situación de Villaverde es causa de un castigo por el partido gobernante: “Como no ha sido un distrito votado por el Partido Popular, es un distrito castigado”.
Villaverde intenta huir de esta mala imagen. Los vecinos se han puesto manos a la obra; por el momento, han conseguido alejar la prostitución de sus casas, aunque ello no acabado con la presencia de meretrices; se quejan de la falta de limpieza y acuden a llamar a las puertas del Ayuntamiento para que sus peticiones se oigan y el resto de Madrid les haga caso. “Creo que vamos por buen camino”, concluye Francisco Pascual.